Una pregunta sin respuesta para tanto dolor

Alepo, Mosul, Lesbos… Siria, Irak, Grecia… Y tantos otros lugares de dolor que suenan menos al no estar en las primeras páginas y las noticias de apertura. No sé cómo contarán todo eso en el futuro los libros de historia. Pero cada vez tengo más claro que nuestros nietos se peguntarán cómo fuimos capaces de no hacer prácticamente nada. Se preguntarán no ya el porqué de que los políticos y los poderosos permitieran tales barbaridades, tales sufrimientos, tales injusticias. Se preguntarán por qué tú, yo, y la gran mayoría de cada uno de nosotros y nosotras, seguimos con nuestra vida cotidiana mientras, eso sí, decíamos «qué barbaridad» antes las imágenes de la tele que estábamos viendo mientras nos levábamos a la boca el tenedor con la ensalada o el filete.

No sé. Sé que no son (somos) pocos los que andamos haciendo lo que buenamente está en nuestra mano hacer: que si una firma, que si una manifestación, que si un correr información en las redes sociales… Y sé, gracias a Dios, que por aquí y por allá hay un puñado de hombres y mujeres dándolo todo para rescatar a alguien, para intentar mantener en pie un hospital, para forzar una resolución política… Pero me sigo preguntando qué pasa con la mayoría, con este colectivo que formamos la familia humana de este Primer y Triste Mundo. Me pregunto cómo es que, no sé, no hayamos salido a la calle por millones paralizando todo hasta que se deje de verter sangre o no se nos haya atragantado a todos esa ensalada y hayamos colapsado los servicios médicos, o hayamos mandado a la porra tanta imbecilidad de si mi partido apoya o no apoya un nuevo gobierno y les hayamos dicho a todos esos memos que se dediquen a salvar las vidas de todos los que están muriendo sin tener que morir…

No sé, me hago esa pregunta. Y no tengo respuesta.

@Mochilados

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Lo explico con detalle en esta entrada
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40 días con los últimos – Día 1º

La campaña cuaresmal «4o días con los últimos» de este año 2013 (puede verse un resumen en este enlace, ofrece hoy, miércoles de ceniza, una reflexión sobre el desperdicio de alimentos que me parece interesante y copio aquí.

Nuestra forma de alimentarnos (1)

Relato: La guinda

Somos lo que comemos –dicen– pero también podemos pensar lo contrario: que somos lo que no comemos, lo que desaprovechamos.

Y digo esto pensando en mi estimado Jaume. Cuando nos reunimos para alguna celebración familiar la guinda de los pasteles siempre queda apartada en un rincón de todos los platos de los comensales. Excepto en el de Jaume que se las come, explicando que le gustan. Pero creo que miente. Porque cuando pasa por casa y le regalamos pan para que alimente a los pájaros de su jardín nos dice que no está lo suficientemente duro, que sigue siendo comestible, y se lo come. O porque los plátanos que mis hijos dicen que ya están demasiado maduros, casi negros, él sigue considerando que son una buena merienda, que no se pueden echar a perder, y se los come. Por los mismos motivos argumenta que los yogures, diga lo que diga el envase, no caducan nunca, que eso son mentiras de los fabricantes.

Y sí, como yo pensaba, sentados viendo un documental sobre el brutal derroche de alimentos que nuestra sociedad practica, el 50% de todo lo que se produce, me ha confesado que no le gustan esas cerezas confitadas de los pasteles, pero que en su casa, la posguerra y las penurias, les enseñaron a no
desperdiciar nada.

Como banquero jubilado saca rápidamente la cuenta: la mitad del hambre de tantas personas en Haití, Congo o Sierra Leona se acumula en nuestros vertederos.

(Gustavo Duch)

Desperdicios de comida

En sólo dos generaciones hemos pasado de la escasez a la abundancia, lo que nos ha llevado de economizar a derrochar. Según informa una resolución del Parlamento Europeo (18 de enero de 2011), en la cadena de producción, suministro y consumo se desperdicia el 50% de los alimentos. Basta con acercarnos a la puerta de atrás de un supermercado para ver a diario la gran cantidad de alimentos que, en su mayoría en buen estado, van a la basura. En ocasiones sus políticas internas prohiben darlo a las personas sin recursos que, cada vez más, esperan a recogerlo.

En una sociedad que permite esta situación no podemos estar orgullosos de nuestro comportamiento ni del modelo agroalimentario del que nos hemos dotado. La comida no es más que el aprovechamiento de recursos naturales –aire, agua, tierra– y en este sentido en España hemos entrado ya en déficit ecológico. Nuestro modelo consumista ha agotado lo que nos corresponde y si seguimos comiendo, respirando y contaminando es porque contraemos una deuda. En realidad se trata de un hurto ecológico y de un mal uso del préstamo que nos han hecho las generaciones futuras.

¿Qué podemos hacer (o dejar de hacer)?

Ser conscientes de la comida que tiramos, individualmente y como sociedad.

  • Haz el propósito firme de no tirar nada de comida.
  • Si eres cristiano, recuerda que hoy es Miércoles de Ceniza, día de ayuno, oración y limosna. Vívelo a tope.
  • Pásate un día a la hora de cierre por la puerta de atrás de un mercado, supermercados o centro comercial de alimentación y quédate observando…

Y todo esto sin que nuestra parte de culpa nos desanime. ¡Podemos cambiar!

Documentación relacionada


El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en esta Buena Noticia” (Mc 1, 15)
Señor, ayúdanos a vivir esta cuaresma con auténtico espíritu de conversión. Amén.