10 consejos para un militante de izquierda

Estos diez consejos -escritos en 2003- son de Frei Betto, un teólogo brasileño del que, dicho sea de paso, me parece un tiempo bien empleado el que se use en buscar su nombre en Google y curiosear sus escritos.

Hay algunas afirmaciones del texto con los que no concuerdo al cien por cien o con la que, sin más, discrepo.

Pero cuánto más vale el acuerdo amplio que la trifulca por los detalles cuando se trata de buscar caminos para que el mundo sea tal como Dios lo soñó (o, si se prefiere, para que sea tal como lo sueñan los que han sido arrebatados de tanto).

Porque a todos nos iría mejor si, en tantas cosas, recordáramos lo de Pablo: «Examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1Tes 5,21).

1. MANTENGA VIVA LA INDIGNACIÓN.

Verifique periódicamente si usted es realmente de izquierda. Adopte el criterio de Norberto Bobbio: la derecha considera la desigualdad social tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La izquierda lo enfrenta como una aberración que debe ser erradicada.

Cuidado: usted puede estar contaminado por el virus social-demócrata, cuyos principales síntomas son usar métodos de derecha para obtener conquistas de izquierda y, en caso de conflicto, desagradar a los pequeños para no quedar mal con los grandes.

2. LA CABEZA PIENSA DONDE LOS PIES PISAN.

No se puede ser de izquierdas sin «ensuciar» los zapatos allá donde el pueblo vive, lucha, sufre. Alégrate y comparte sus creencias y victorias. Teoría sin práctica es hacer el juego a la derecha.

3. NO SE AVERGÜENCE DE CREER EN EL SOCIALISMO.

El escándalo de la Inquisición no hizo que los cristianos abandonaran los valores y las propuestas del Evangelio. Del mismo modo, el fracaso del socialismo en el este europeo no debe inducirlo a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana.

El capitalismo, vigente hace 200 años, fracasó para la mayoría de la población mundial. Hoy, somos 6 billones de habitantes. Según el Banco Mundial, 2,8 billones sobreviven con menos de US $ 2 por día. Y 1,2 billones, con menos de US $ 1 por día. La globalización de la miseria no es mayor gracias al socialismo chino que, a pesar de sus errores, asegura alimentación, salud y educación a 1,2 billones de personas.

4. SEA CRÍTICO SIN PERDER LA AUTOCRÍTICA.

Muchos militantes de izquierda cambian de lado cuando comienzan a buscar piojo en cabeza de alfiler. Apartados del poder, se tornan amargos y acusan a sus compañeros(as) de errores y vacilaciones. Como dice Jesús, vemos el polvo en el ojo del otro, pero no el camello en el propio ojo. Tampoco se enganchan para mejorar las cosas. Quedan como simples espectadores y jueces y, algunos, son captados por el sistema.

La autocrítica no es sólo admitir los propios errores. Es admitir ser criticado por los(as) compañeros(as).

5. SEPA LA DIFERENCIA ENTRE MILITANTE Y «MILITONTO».

«Militonto» es aquel que se jacta de estar en todo, participar en todos los eventos y movimientos, actuar en todos los frentes. Su lenguaje está lleno de explicaciones y los efectos de sus acciones son superficiales.

El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; valora de forma determinada su área de actuación y actividades, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.

6. SEA RIGUROSO EN LA ÉTICA DE LA MILITANCIA.

La izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses. Un militante de izquierda puede perder todo la libertad, el empleo, la vida. Menos la moral. Al desmoralizarse, desmoraliza la causa que defiende y representa. Le presta un inestimable servicio a la derecha.

Hay arribistas disfrazados de militantes de izquierda. Es el sujeto que se engancha apuntando, en primer lugar, a su ascenso al poder. En nombre de una causa colectiva, busca primero sus intereses personales.

El verdadero militante -como Jesús, Gandhi, Che Guevara…- es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, u orgulloso al estar. Él no se confunde con la función que ocupa.

7. ALIMÉNTESE EN LA TRADICIÓN DE LA IZQUIERDA.

Es preciso la oración para cultivar la fe, el cariño para nutrir el amor de la pareja, «volver a las fuentes» para mantener encendida la mística de la militancia. Conozca la historia de la izquierda, lea (auto)biografías, como el «Diario del Che en Bolivia», y romances como «La Madre», de Gorki, o «Las uvas de la Ira», de Steinbeck.

8. PREFIERA EL RIESGO DE ERRAR CON LOS POBRES A TENER LA PRETENSIÓN DE ACERTAR SIN ELLOS.

Convivir con los pobres no es fácil. Primero, hay la tendencia de idealizarlos. Después, se descubre que entre ellos existen los mismos vicios encontrados en las demás clases sociales. Ellos no son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales de la vida digna. Por eso, estamos al lado de ellos. Por una cuestión de justicia.

Un militante de izquierda jamás negocia los derechos de los pobres y sabe aprender con ellos.

9. DEFIENDA SIEMPRE AL OPRIMIDO, AUNQUE APARENTEMENTE ELLOS NO TENGAN RAZÓN.

Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que tampoco aparecen en la vida de aquellos que tuvieron una educación refinada.

En todos los sectores de la sociedad hay corruptos y bandidos. La diferencia es que, en la élite, la corrupción se hace con la protección de la ley y los bandidos son defendidos por mecanismos económicos sofisticados, que permiten que un especulador lleve una nación entera a la penuria.

La vida es el don mayor de Dios. La existencia de la pobreza clama a los cielos. No espere jamás ser comprendido por quien favorece la opresión de los pobres.

10. HAGA DE LA ORACIÓN UN ANTÍDOTO CONTRA LA ALIENACIÓN.

Orar es dejarse cuestionar por el Espíritu de Dios. Muchas veces dejamos de rezar para no oír el llamado divino que nos exige nuestra conversión, esto es, el cambio del rumbo en la vida. Hablamos como militantes y vivimos como burgueses, acomodados en una cómoda posición de jueces de quien lucha.

Orar es permitir que Dios subvierta nuestra existencia, enseñándonos a amar así como Jesús amaba, libremente.