Recuperando el Domingo de Ramos

He dicho más de una vez que el Domingo de Ramos no es una de mis celebraciones preferidas. Pero, en realidad, lo que no termina de convencerme es cómo lo hemos desvirtuado.

Litúrgicamente, cierta responsabilidad de ese desvirtuar, que ahora explicaré, se debe a que proclamemos la Pasión. Es cierto que tal cosa proviene de la espléndida intención del Vaticano II de que la Palabra volviera a ser escuchada y asumida por el pueblo. Y, dado que el Viernes Santo siempre se lee la Pasión de Juan, el domingo de Ramos parecía buen momento para proclamar las pasiones según los sinópticos.

El problema es que, tal y como desarrollamos la celebración, parece que todo se centra en la Pasión, y queda postergado el evangelio y mensaje central de este día: la entrada en Jerusalén.

Pero el caso es que es ahí, en esa entrada, donde encuentra sentido el domingo de Ramos en cuanto pórtico de la Pascua.

Y es que la llegada de Jesús a Jerusalén no es casual. Jesús sube a la ciudad, a la capital, conscientemente y sabiendo lo que se juega. Y, de hecho, sus discípulos le advierten que en Jerusalén le buscan para matarle.. Pero tal es la decisión de Jesús que lo único que les queda es seguirle a la desesperada: «subamos y muramos con el» (Jn 11, 16).

Dicho de otro modo: Jesús podía haber evitado ir a Jerusalén. Podía haber seguido su itinerancia por Galilea, por Judea, por Samaría… Y muy probablemente no habría tenido especiales problemas. El poder se concentraba en la capital, pero en el pequeño mundo rural era difícil que ese poder llegara a concretarse en un apresamiento y un final violento (recuérdese que, incluso en Jerusalén, a Jesús tienen que salir a prenderle de noche y a escondidas, para evitar la rebelión de las multitudes).Recuperando domingo de Ramos

Pero Jesús quiere subir a Jerusalén. Quiere a ir al centro del poder, al lugar donde está el corazón del poder político y militar (Roma, la única que puede condenar a muerte) y del poder politico-religioso de su pueblo (el Sanedrín y sus distintas facciones religiosas: fariseos, saduceos, etc.). Jesús quiere ir «a la ciudad», al espacio de donde se supone que tiene que nacer la verdadera religión del Pueblo de la Alianza -el lugar del Templo- y el espacio donde hay que demostrar que la Buena Noticia de amor del Reino del Abba llega a todo y a todos, también a esa «ciudad», a ese cimiento y condensación del poder.

Desde ahí, claro que tiene sentido el Domingo de Ramos. Tiene sentido si no se le reduce a un puro espiritualismo de «Jesús viene a sufrir por nosotros». Tiene sentido si no se le despoja de lo que tiene de profundo enfrentamiento a todo poder, a toda forma de opresión civil o religiosa, a todo lo que pretenda acallar la voz de los que no tienen voz justo allí, en el corazón de la ciudad («si éstos callaran, gritarían las piedras», Lc 19, 40). La entrada de Jesús en Jerusalén -denostado por el poder y aclamado por el pueblo, por más que ni uno ni otros entiendan bien el sentido de esa entrada, que Jesús va a hacer mesiánica (liberadora) lavando los pies y partiéndose y repartiéndose- tiene un profundo carácter subversivo, es un fuerte grito de rebelión frete a las fuerzas de este mundo, frente a todo Pilatos, todo Sanedrín, toda manipulación de Dios en contra del ser humano.

Si se le quita al domingo de Ramos ese carácter se le desvirtúa por entero, del mismo modo que si se olvida que el Jueves Santo es la Cena de la Pascua que libera de Faraón o que el Viernes es el triunfo de la nueva forma de realeza frente a todo rey de este mundo. El domingo de Ramos abre la Pascua sacándonos a la calle, y proclamando allí, ante todo poder, que el verdadero Mesías, al que gritamos «Hossanna al Hijo de David» quiere entrar en la ciudad. Sabemos cómo va a ser Mesías y Rey, y así lo celebraremos en los días de Pascua. Sabemos que no va a alzar la espada contra los poderosos. Pero proclamamos, agitando nuestros ramos, que el poder de este que entra en la ciudad pone fin a todo poder que no sea el suyo.

Los Reyes Magos tras la Estrella

A mí siempre me ha intrigado pensar lo que le dirían sus paisanos a los Magos cuando dijeron que se iban a seguir una Estrella.

Reyes Magos tras la estrella«¿Pero a quién se le ocurre, estáis locos o qué?… Pero si ya tenéis la vida hecha, y tenéis una seguridad… Pero si no hace falta irse a ningún lado para buscar sueños, podéis buscarlos aquí… ¿Y si os equivocáis, y si todo es un engaño, y si esa Estrella no lleva a ninguna parte?… ¿No será mejor tener los pies en la tierra?… Aquí tenéis amigos, tenéis gente que os quiere y que queréis, tenéis una seguridad económica, ¿y vais a dejar todo eso por una aventura que no sabéis a dónde lleva?… ¿Y de qué vais a vivir, porque ya se sabe que «primum vivere, deinde filosofare«, useasé, primero vivir y luego filosofar…?».

Y ellos no sabían contestar a esa pregunta. Sólo sabían que la Estrella estaba ahí. Y que la locura de seguirla era lo que tenían que hacer si de verdad querían seguir mirándose al espejo (cobre bruñido) cada mañana y poder decirse: «Mereces la pena».

Atentados en París y el macabeo Matatías

No hace ni una semana que la barbarie y la sinrazón terrorista golpearon nuevamente en París. Y, por otro lado, aparentemente inconexo, la eucaristía de hoy narra en la primera lectura un episodio del segundo libro de los Macabeos (2, 15-29), que, de algún modo, refleja el hecho histórico de la revuelta macabea . Y, lo siento, pero a mi hay cosas que me chirrían, y mucho.

Soy de los que piensan que la liturgia católica necesita, y necesita ya, una reforma. Una reforma que no sea un mero lavado de cara, sino que atienda a lo profundo, y que con densidad y seriedad renueve gestos, simbologías, palabras y textos. Y también, el uso que hacemos en la liturgia del Antiguo Testamento. Y de esto último tendría un día que escribir despacio. Pero hoy no puede ser, así que me limito a este caso de Matatías que proclamamos hoy en la eucaristía.

Atentados París y Macabeo MatatíasSegún el texto, cuando los funcionarios del rey invasor llegan al pueblo de Matatías para hacer que sus habitantes apostaten sacrificando al rey y comiendo carne de cerdo, Matatías se niega muy dignamente. Y, en ese momento, otro judío flaquea y se adelanta para apostatar.  Matatías «se indignó, tembló de cólera y en un arrebato de ira santa corrió a degollar a aquel hombre sobre el ara. Y entonces mismo mató al funcionario real, que obligaba a sacrificar«. Todo ello, por supuesto, lleno de «celo por la ley«, y para mantener la alianza santa con Yahvhé, y para vivir «en derecho y en justicia«.

Cuando, en liturgia, el lector acabó la lectura, proclamó, como se hace siempre, «Palabra de Dios». Y, por lo que sabemos, los asesinos de París asesinaron al grito de «Al-lahu-àkbar», «Alá es el más grande». La diferencia es que, en el primer caso, yo he contestado «Te alabamos, Señor». Y en el caso de los atentados pensé que «vaya bestialidad».

Pues ahí es donde digo que algo chirría. Si me escandaliza que alguien mate en nombre de Alá, debería escandalizarme igual que alguien matase en nombre de Yahvhé. No comparo los dos casos, por supuesto. Uno es del siglo XXI y otro de hace más de dos mil años, uno ocurre en una Francia democrática y otro en una Judea ocupada por un extranjero dictador. Uno es un acto terrorista y otro es, aquí sí, algo muy relacionado con una guerra de religión.

Pero que no los compare no significa que no me haga pensar, y mucho, el que en la liturgia usemos con toda alegría textos y hechos del Antiguo Testamento que no deberíamos proclamar en una eucaristía memorial de quién gritó -hasta su propia sangre- que el amor es más fuerte que toda muerte, todo daño, todo dolor, y toda opresión. Y esto por mucha veneración y aprecio que queramos tener al Antiguo Testamento, y  por más que digamos lo del descubirmiento progresivo que de Dios fue haciendo Israel (que es cierto y muy importante, pero no hace que una burrada sea santificable).

Como comentaba antes, esto es sólo un caso de lo mucho que habría que reformar en nuestra forma de celebrar la Buena Noticia de Jesús de Nazaret, el Señor. Pero lo dicho, que me ha chirriado, que me he intentado imaginar cóo escucharán hoy esta Palabra los cristianos que hayan celebrado la eucaristía en París. Y que el chirrido era demasiado grande. La sangre es sangre, se derrame en nombre de «mi» Dios o en nombre del Dios de «otros». Y esa sangre no la puedo admitir ni en nombre de «mi» Dios ni en el nombre de ningún Dios. Y menos puedo admitirla cuando celebro y hago memorial de toda sangre derramada en la Sangre de aquél que «me amó hasta entregarse por mí» (Gál 2,20) y por todos.

Porque toda sangre es la sangre de mi hermano, y Dios oye cómo esa sangre vertida le clama desde el suelo (ver Gén 4, 10).

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Martin, feliz primer cumpleaños

En el primer cumpleaños de Martín, el miembro más joven de nuestra pequeña iglesia doméstica.

365 días creciendo con cada asombro y asombrándonos para hacernos crecer con tu mirada de ojos muy abiertos.

365 días enlazando el corazón con los lazos de la sangre y de la Sangre, descubriendo palabras, atendiendo abrazos, regalando manos, recreando la familia de cuatro y la familia sin fin.

365 días esperados y queridos uno a uno, en las horas de desvelo y las horas de sonrisa, en las fuerzas que no llegan y en las que no se sabe de donde salen pero salen, en lo sueños de tu futuro y en los recuerdos de cada segundo que se va.

365 días que borraron las sombras de aquellos meses anteriores, renaciendo en cada primera vez del primer corte de pelo, el primer paso, la primera palabra tuya y la primera de todos, la primera papilla, el primer mar, el primer susto, la primera mirada a tus hermanos, el primer algo de cada primer día con el que aprendes que cada día es siempre el primero hasta que llegue ese Primero que será eterno.

365 días, en fin, que suman 1 año que de aquí nada será un año y un día, y otro, y otro, y todos los que sean y no acabarán porque nunca acabarán los juegos y las aventuras en Nunca Jamás mientras Peter se niegue a crecer, Wendi cuente los cuentos de las mamás, y todo niño perdido sea acogido en los brazos -y los Brazos- crucificados del amor que nada ni nadie puede matar.

365 días. Tus 365 días, Martín. Un año. Tu año. El año que nos has regalado para que sea nuestro. Feliz cumpleaños, Martín.

Movimientos sociales y publicidad

MOVIMIENTOS SOCIALES Y PUBLICIDAD
La publicidad (es) puede ser tu amiga –
Por Pablo Genovés Azpeitia (@Mochilados)

RESUMEN

Pablo Genovés. 150120 Movimientos sociales y publicidadEl artículo, presentado como trabajo final de un curso de la UNED y publicado en forma adaptada en la web «El salmón contracorriente» (ver), se ofrece aquí en una versión revisada por el autor.

Para el autor, los movimientos sociales necesitan publicitar sus planteamientos y accionespara llegar más allá de los ya convencidos.

Pero, a la vez, esos mismos movimientos saben de los riesgos de una publicidad que busque el puro beneficio, y de los diversos mecanismos ideologizadores que pueden esconderse incluso detrás del anuncio aparentemente más humanista. La publicidad, en este caso, se convierte en refuerzo del sistema que, precisamente, se quiere cambiar.

El artículo muestra la importancia de apostar por una publicidad que se asuma como disciplica científica y, haciendolo, se ponga al servicio de los valores del altermundismo. Y se dan pistas practicas de cómo realizar esta «otra» forma de publicidad, partiendo, nada menos, que de la publicidad de una de las compañías que, al menos aparentemente, más alejada está de planteamientos alternativos de economía y sociedad: Coca-Cola.

Profesión religiosa

Recupero algo que escribí el pasado agosto. Estaba invitado a una profesión religiosa a la que, por razones varias, no podía acudir. Pero no quise que pasara el evento sin escribir a la interesada -y amiga- estas líneas. Aunque ya hace meses del tema, he recorsado este escrito hoy, que se celebra a Santa María Eugenia Milleret, fundadora de las religiosas donde se realizaba esta profesión.

Hola, Camino.

Como te decía en el whatsapp, siento no estar el 28 celebrando tu profesión por las razones que te explicaba.

Lo que sí es seguro es que ese día estaré ahí, aunque no físicamente. Como bien sabemos, el amor que nos une y por el que por ti, por mí, y por todos, se llegó a la sangre, es más fuerte que cualquier distancia. Y en ese amor, o mejor con mayúscula, Amor, en el que nos une no por amarnos nosotros, sino porque él nos amo primero, puedes contar de sobra con que te acompañaré en la Mesa grande de tu profesión.

Profesión religiosaNo voy a empezar a darte la vara con lo que habrás oído y meditado cien veces: lo de que es un paso importantísimo en tu vida, lo de que vas a comprometerte por entero, y todo eso de la entrega radical, el seguir más de cerca, el unirse más íntimamente al Señor, etc. Ojo, no voy a decir nada de eso no porque no sea cierto o esté en desacuerdo (habría mucho que hablar, y no es el momento), sino porque, ademas de que no me corresponde a mí el decirle a la vida religiosa qué es (para eso ya está, principalmente aunque no solo, ella misma), pienso que todos esos debatibles asuntos no son lo más importante del próximo día 28.

Y es que naturalmente que tiene importancia la decisión que vas a expresar, y naturalmente que en tu vida va a ser un momento crucial. Pero lo más importante no son tus votos, sino los votos que Dios hace contigo: los votos que hizo contigo y a tu favor desde el principio de los tiempos, los mismos votos que nada ni nadie impedirá que los siga haciendo por ti por los siglos eternos.

Y aunque es claro que sabes esto más que de sobra, conviene no olvidarlo. Tú vas a ser la «protagonista» de ese día, con todas las miradas y los afectos puestos en ti. Pero es bueno no despistarse y recordar que el protagonista auténtico es otro, es él, es aquél que empezó en ti la obra buena. Él es el auténtico protagonista porque mucho antes de que tú pensaras ni remotamente en ser religiosa en la comunidad de la Asunción, él ya te había llamado por tu nombre. Cuando pronuncies tus votos, él ya habrá vuelto a decir los suyos: te amo, te amo no por ti sino porque quiero amarte, me comprometo contigo en alianza sellada con la sangre del Cordero, hago votos de que tú y las tuyas y los tuyos seáis mi pueblo y yo vuestro Dios. Por ti -por ti, Camino-, hago voto de pobreza ofreciéndote el despojarme de mi rango para tomar tu condición, tu carne y tus sueños, tus pasos y tu misma debilidad. Por ti hago voto de virginidad, consagrándome a ti con un corazón indiviso en el que nada ni nadie podrá separarte de mi amor, manifestado en el Ungido Jesús. Por ti, Camino, hago voto de obediencia, y someto mi reinar en el mundo a tus manos: lo que desates para que sea liberado a favor de ese Reino, desatado quedará; lo que no desates ni liberes, yo no lo haré, porque yo me pongo a tus pies en fidelidad a ti.

En el fondo, Camino, se trata de no olvidar -aunque en nuestra familia eclesial haya quien lo olvide- que el centro del famoso texto del Apocalipsis no es la nueva Jerusalén, engalanada como una novia y descendiendo del cielo para ser morada de Dios con los hombres, sino que el centro de esa Palabra es él, el que sentado en el trono habla con voz potente y re-vela y des-vela quién es ella, y re-vela y des-vela quién es la novia del próximo día 28 para pronunciar -pronunciar él, no tú- su palabra de consuelo, su palabra de ser el que acampa contigo y el que enjugará las lágrimas de todos los rostros, su palabra, en fin, de hacer -contigo, pero hacerlo él- el universo nuevo.

Que sea un gran día, Camino y gracias. Gracias por desarrollar lo más importante que ha pasado en tu vida (no, no es el ser religiosa, es tu bautismo). Gracias por reafirmar que sigues tras las huellas del que siempre va por delante, sumando tus pisadas a las de tantas y tantos -religiosas, laicos, con uno u otro carisma, con tal o cual ministerio, alegres y tristes, sabios e ignorantes, santos y pecadores…- que también van dejando sus huellas en el largo éxodo hacia la Tierra Nueva que encabezan esos y esas que viven en sombras de muerte y a los que que el Abba ha hecho los preferidos de sus entrañas de misericordia. Gracias por tus votos, Camino.

Un enorme abrazo y que Dios te bendiga.

Himno peregrinando (Piedrafita do Cebreiro)

Este himno, inspirado en 1ªCor 13, está grabado en un placa de piedra situada en el baptisterio de la iglesia prerrománica de Santa María la Real de O Cebreiro, en el puerto de montaña de Pedrafita do Cebreiro (Lugo), en pleno Camino de Santiago. Se atribuye a un franciscano, Fraydino o Fray Dino, que vivió en La Faba, a pocos kilómetros de O Cebreiro.

Himno peregrinando. Piedrafita do Cebreiro

Aunque hubiera recorrido todos los caminos,
cruzado montañas y valles
desde Oriente hasta Occidente,
si no he descubierto la libertad de ser yo mismo
no he llegado a ningún sitio.

Aunque hubiera compartido todos mis bienes
con gentes de otra lengua y cultura,
hecho amistad con peregrinos de mil senderos
o compartido albergue con santos y príncipes,
si no soy capaz de perdonar mañana a mi vecino
no he llegado a ningún sitio

Aunque hubiera cargado mi mochila de principio a fin
y esperado por cada peregrino necesitado de ánimo,
o cedido mi cama a quien llegó después,
y regalado mi botellín de agua a cambio de nada,
si de regreso a mi casa y mi trabajo no soy capaz
de crear fraternidad y poner alegría, paz y unidad,
no he llegado a ningún sitio.

Aunque hubiera tenido comida y agua cada día
y disfrutado de techo y ducha todas las noches,
o hubiera sido bien atendido de mis heridas,
si no he descubierto en todo ello el amor de Dios,
no he llegado a ningún sitio.

Aunque hubiera visto todos los monumentos
y contemplado las mejores puestas de sol;
aunque hubiera aprendido un saludo en cada idioma,
o probado el agua limpia de todas las fuentes,
si no he descubierto quién es autor
de tanta belleza gratuita y de tanta paz
no he llegado a ningún sitio.

Si a partir de hoy no sigo caminando en tus caminos,
buscando y viviendo según lo aprendido;
si a partir de hoy no veo en cada persona,
amigo y enemigo, un compañero de camino;
Si a partir de hoy no reconozco a Dios,
el Dios de Jesús de Nazaret,
como el único Dios de mi vida,
no he llegado a ningún sitio.

Carta con despedida

© José Luis CORTÉS, Un Señor como Dios Manda (Madrid 2002, PPC), págs. 55-57.

Querida mamá:

Cuando te despiertes yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante y lo que sufrirás, María.

Ahora es de noche, mientras te escribo. El gato me mira como diciendo: “¿Es que no va a poder uno dormir en esta casa nunca?”.

Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida.

Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo Continue reading

Producto sostenible y Consumo responsable: matizando

Hace poco, a raíz de un diálogo tuitero (bueno, lo de diálogo con 140  aracteres ya se entiende) acerca de un mensaje sobre una tienda con marcas de «productos sostenibles», he vuelto a pensar que nos estamos liando con este asunto y cuestiones relacionadas. Así que, con permiso, me explayo.

Hay que agradecer el relieve que, cada vez más, se da a subrayar que determinado producto es «sostenible», o «ético», o «ecológico», o de «comercio justo», o «responsable», o cualquier otro calificativo de esa índole (y, por supuesto, cualquiera de las combinaciones posibles entre ellos). Repito: es para felicitarse de que crezca esta conciencia.

Pero donde aparece el riesgo en todo esto, es que usted y yo, useasé, los consumidores (compradores, para entendernos), nos quedemos tranquilos al saber eso del producto en cuestión. Y nos olvidemos -olvido sin mala intención, quede claro- de que a cualquier oferta de mercado de algo EcoResponsableSosteniBleJustoEticoSolidarioBio, hay que añadirle, para que la ecuación esté completa, una actitud que hemos venido en llamar «consumo responsable».

A ver si con un ejemplo -trufado de cierto humor, espero- sé decirlo mejor:

Si yo cultivo en mi terraza unos tomates nacidos de semillas ecológicas, alimentados de forma natural y sin abonos químicos, usando tutores de madera certificada por alguno de los sellos existentes, con un uso responsable del agua y de los recursos energéticos, comprando lo que necesito para su cultivo a mercados o cooperativas sociales o a productores de comercio justo, y cuidando su embalaje para no generar residuos ni innecesarios ni no reciclables (seguro que se me olvida algo, pero ya nos entendemos), es claro que mis tomates son un producto sostenible, y ecológico, y tal y tal y tal.
Pero con mis tomates ahora pueden pasar dos cosas.
Una es que a usted no le haga falta para nada comprármelos. Por ejemplo, porque ya le abastece de tomates su suegro, que bien que disfruta en su huertecillo del pueblo. Pero me los compra, aunque no los necesita, por aquello de ser un consumidor concienciado, que apoya que otra economía es posible… (ponga usted aquí la razón que sea).
Lo otro que puede pasar es que yo quiera añadir valor a mi producto. Y, otra vez un ejemplo, rocíe los tomates con pequeñísimas partículas de oro (lo hacen algunos chefs, y hay oro de comercio justo), los presente individualmente en un platillo de barro hecho ad hoc por artesanas rurales (se me había olvidado esto de la artesanía y la mujer, que también viene al caso), y me comprometa a donar a una ONG por cada tomate que venda el 5% de su precio. Todo ello con el bonito resultado de que el kilo de tomates le sale a usted a 12 €/k, pero porque ese es su precio en un adecuado equilibrio entre los costes de producción y mis lógicas ganancias éticamente calculadas.

¿Hace falta decir que en cualquiera de las dos situaciones el consumo es no-responsable por muy responsable que sea mi producción tomatera?

Dicho ya más formalmente. En el mecanismo del consumo no conseguiremos un nuevo modelo -personal y social- ético y alternativo si no atendemos a las «dos patas» del mercado: la venta Y (sí, mayúsculas y negrilla) la compra. Un producto puede ser ético al cien por cien en su producción y oferta, pero sólo eso no garantiza que mi compra sea cien por cien ética y responsable. Todo lo que, en sentido amplio, podemos englobar bajo el noble paraguas del «comercio justo» ha de tener su correlato en nuestro/tu/mi «consumo responsable». Porque, si no es así, resulta que en el fondo se termina haciendo de ese consumo de un producto sostenible, un consumo que se mueve por el mismo criterio del actual sistema consumista: comprar por puro deseo, por noble que pueda ser ese deseo.

En el primer caso dicho arriba, el error es evidente: se compra algo porque sí, sin tener razón para comprarlo ni necesidad de poseerlo. Por supuesto que se puede comprar un producto éticamente producido precisamente para apoyar esa causa, aunque no se tenga necesidad estricta de lo que se compra. Pero no creo que eso deba ser habitual, so pena de favorecer en nosotros precisamente lo que todo comercio justo quiere desarrollar: un modelo económico donde el consumo sea lo ya varias veces dicho, responsable.

El segundo caso, el de esos tomates lujosísimos, me parece más sangrante porque, desgraciadamente, es bastante real (no, en los tomates no, eso era un ejemplo que se me ocurrió en un ratillo de locura creativa). No pienso decir marcas ni vendedores, por supuesto, pero puedo asegurar y aseguro que he tirado de archivo y tengo ante mí un pantalón corto de mujer ecologíquísimo (perdón, RAE) y sostenibilísmo (ídem) a la venta por 380 €; un reloj hecho por una empresa que sólo emplea a gente en necesidad y elaborado en un 92% con materiales de comercio justo -no tengo por qué dudarlo- cuyo precio de venta al (escogido) público es 890 €; o -éste me encanta, a ver si me lo echan los Reyes y mejoro mi look– una crema facial que, por lo que se ve, hidrata, tonifica y estira, y (copio) «está elaborada con productos 100% naturales provenientes de agricultura ecológica, no ha sido testada en animales, cumple los estándares del comercio justo, y promueve el empoderamiento de la cooperativa de mujeres que la elabora en» determinado país sudamericano, todo ello al bonito precio de 264 € el botecito de 75 ml. Podía seguir poniendo ejemplos y ejemplos, pero creo que ya se me entiende. Y repito que no se trata de que estos productos no sean lo que dicen ser. No dudo de lo sostenible (o justo, o lo que corresponda) de ninguno de ellos. Lo que digo es que en un mundo como el nuestro (esto es, en un mundo donde buena parte de la humanidad se está preguntando si tendrá algo que comer mañana mientras usted se está preguntando cuándo se acabará esta pesadez de texto) gastarse 380 € en un objeto destinado a tapar la ropa interior y dejar las piernas al aire, 890 € en algo que me diga qué hora es, o 264 € en hacer que mi cutis este divino de la muerte, hacer eso en este mundo de hoy, digo, es absolutamente irresponsable, por no decir absolutamente amoral.

Va, prometo que lo digo por última vez: que un producto sea justo no significa que consumirlo sea responsable.

Eso sí, no propugno que nos pongamos exquisitos, superpuristas, o -lo que sería peor- enfermizamente escrupulosos a la hora de analizar nuestro consumo (que de todo hay en la viña del señor). De hecho, ya dije al principio de estos párrafos que lo del consumo responsable es, al menos para mí, una «actitud», algo que se va generando y que va informando el actuar cotidiano, y no un examen constante -y, dicho sea de paso, imposible, aunque de eso tendré que escribir en otra ocasión- de la pureza absoluta de cada momento en que abrimos el monedero. No, no es eso. Pero sí que es el entender lo dicho, que productos responsables requieren consumos responsables, so pena de qué aquéllos o estos dejen de tener el sentido que quieren y deben tener.

Y es que esto de vender y comprar es como hacer el amor: si no van parejos los dos, al final ambos pierden.

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Año nuevo… ahora

Según atardece este 1 de enero de 2015,
y pasadas ya las campanadas,
las doce uvas,
el cambio de calendario,
y todo eso,
me sigo apuntando a un reloj que me diga
que el mejor tiempo es ahora, justo ahora.
Porque ahora es el tiempo de la solidaridad amasada,
de la justicia irrenunciable,
de la opción insobornable
de la misericordia entrañable.
Ahora es el tiempo de todo don.
Ahora es el tiempo de salvar.

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No esclavos, sino hermanos

Mensaje de Francisco para la celebración de la XLVIII Jornada Mundial de la Paz: 1 de enero de 2014. Fuente: web de la Santa Sede.

No esclavos. 48 Jornada Mundial de la Paz1) Al comienzo de un nuevo año, que recibimos como una gracia y un don de Dios a la humanidad, deseo dirigir a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, mis mejores deseos de paz, que acompaño con mis oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos de sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales. Rezo de modo especial para que, respondiendo a Continue reading

Días de Reyes Magos

Llueve.
Y, además, no hay tiempo.
O al revés, no hay tiempo y además llueve.
Es igual, el caso es que llueve
y el caso es que no hay tiempo,
¿sabe usted?
Porque se echan encima los Reyes,
y hay que hacer de pajes
para las cartas de todos.
Pajes mientras llueve,
y no hay tiempo
Casi no hay tiempo.

Y por qué llueve no tiene misterio.
Llueve porque llueve. Punto.
Pero por qué no hay tiempo ya es otra cosa.
Porque el caso es que podía haberlo. Y de sobra.

Podía haber tiempo si pasamos de los niños,
si nos olvidamos del trabajo en uno u otro sitio,
si hacemos Continue reading

Gracias

Quería darte las gracias. A ti.
No por algo concreto, sino por ti. Gracias a ti.

Me hubiese gustado decírtelo escribiendo un cuento, una historia maravillosa que dijera con ensoñadoras imágenes lo que pretendo expresar.
Pero no va a ser así, por la muy cotidiana razón de que no he tenido tiempo de escribirlo.
A ti y a mí, y a otros, nos tocaba estaba estar en el día a día,
en las cien cosas que hacemos por lo que somos,
en el mirar a otros porque sabemos que nosotros ya nos miramos,
Gracias a tien el atareado quehacer de los niños que descubren todo como nuevo,
en lo que, en fin, es real e imparable porque nos rodea y nos sumerge
para seguir caminando en la búsqueda diaria de sentido
y de ese camino gozoso que brilla hacia la utopía que tú y yo llamamos con el mismo nombre.

Y todo esto para decirte gracias.

  • Gracias por los MOMENTOS. Momentos simiente de eternidad, aunque en el tiempo hayan sido fugaces como sonreír en un adiós o ponerme tu mano en el brazo.
    • Poesía necesaria como el pan de cada día.
  • Gracias por COMPLICARTE, por dejar hueco a lo que es tan fácil de guardar junto a lo que quién sabe qué habría pasado si hubiera pasado.
    • La vida es un microbús que sólo cruza una vez esta breve y absurda comedia.

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La Curia Romana… y sus «enfermedades»

El 22 de diciembre de este año, Francisco tuvo el encuentro anual con la Curia Romana para felicitarles la Navidad. Copio aqui íntegro su discurso (tomado de esta entrada de Radio Vaticana en español, pues en muchos sitios sólo aparece la parte final, la de las «enfermedades». Ciertamente es la más llamativa, pero todo está mejor si está completo.

“Tú estás sobre los querubines, tu que has cambiado la miserable condición del mundo cuando te has hecho como nosotros” (San Atanasio).

Queridos hermanos:

Curia RomanaAl término del Adviento nos encontramos para los tradicionales saludos. En pocos días tendremos la alegría de celebrar la Navidad del Señor; el evento de Dios que se hace hombre para salvar a los hombres; la manifestación del amor de Dios que no se limita a darnos alguna cosa o a enviarnos algún mensaje o ciertos mensajeros, sino que se nos da a sí mismo; el misterio de Dios que lleva sobre sí mismo nuestra condición humana y nuestros pecados para revelarnos su Vida divina, su gracia inmensa y su perdón gratuito. Es la cita con Dios que nace en la pobreza de la gruta de Belén para enseñarnos el poder de la humildad. De hecho, la Navidad es también la fiesta de la luz que no viene acogida de la gente ‘elegida’ sino de la gente pobre y simple que esperaba la salvación del Señor. Continue reading

Amanecer de Navidad

Amanecer de NavidadAgranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,
achícame, po piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.

(Miguel de Unamuno[1])

+ + + + + + + + + + + + + + + + + + + +

[1] Por lo que suele decirse en la red, estos versos se encontraron a la muerte de Unamuno entre sus papeles. Hay versiones que lo de «padre» lo escriben «Padre» (¿lo hizo así Unamuno o es una conversión hecha por otros para darle mayor se ntido religioso?) y que «bendita» lo convierten en «aquella». Con todo, lo que sí conviene anotar Continue reading